21/07/11 El ex olímpico Alejandro Lecot dice que “el biotipo del nadador argentino” es la clave del éxito.
PorJUAN DE LOS SANTOS para Clarin
Mucho antes que las piletas olímpicas se adueñaran de las miradas y la atención de aquellos que esperaban expectantes un record mundial y que las nuevas tecnologías crearan modernos trajes de baño, intrépidos nadadores de nuestro país probaron su valentía a pura brazada en las frías aguas de un río o del propio mar Argentino para demostrar quién era el más rápido en cubrir las grandes distancias. Así, a fuerza de coraje y antes de la muy buena actuación de la cordobesa Cecilia Biagioli en el Mundial de Shanghai (ya se habla de sus chances de pelear por una medalla olímpica en Londres o en Río de Janeiro), aquellos se encargaron que el mundo conociera sus proezas en las aguas abiertas.
Santa Fe dio al primero de los muchos nadadores argentinos en esta especialidad: Pedro Candioti. Nacido en 1893, el Tiburón de El Quillá -bautizado así por el arroyo en el que dio sus primeras brazadas- tuvo al río Paraná como el escenario de sus grandes hazañas, las que serían recordadas como el primer capitulo de la rica historia de las
aguas abiertas en Argentina. Entre el 19 y el 23 de febrero de 1939 llevó a cabo el raid que le daría la fama y el reconocimiento mundiales. A los 46 años, precisó 100 horas y 33 minutos para unir San Javier con la capital santafesina. Así consiguió el record mundial de permanencia en aguas abiertas.
Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, las aventuras eran en solitario: un nadador contra las inclemencias de un mar, río, canal o laguna. Una vez culminado el conflicto bélico empezaron a competir entre sí y se proclamaron los primeros campeones mundiales de distintas asociaciones internacionales. Allí los nombres de otros intrépidos nadadores argentinos se escribieron para quedar grabados a fuego en la historia. Alfredo Camarero, Horacio Iglesias, Claudio Plit, Diego Degano, Gabriel Chaillou y Damián Blaum entre los hombres y Pilar Geijo, María Inés Mato (con una pierna amputada cruzó el canal de Beagle, entre otras hazañas) y la propia Biagioli entre las mujeres, son sinónimo de éxito.
“El por qué de esta tradición se explica en que el biotipo del nadador argentino está formado para grandes distancias, para ser fondista y no para ser velocista. Luis Alberto Nicolao y José Meolans son la excepción a esta regla”, dice Alejandro Lecot, ex representante olímpico en 1.500 metros en Los Angeles 84.
La Federación Internacional de Natación adoptó la especialidad en 1994 y a partir de allí quedó bien delimitado el calendario mundial, que consta de dos circuitos. Por un lado está la Copa del Mundo que este año se compone de siete carreras de 10 kilómetros cada una y otorga dinero en premios y puntos para un ranking. Y por el otro se encuentra el Grand Prix de maratones en el que la Santa Fe-Coronda es la de mayor atracción y la Hernandarias-Paraná (88 kilómetros), la más dura.
Desde hace varios años los nadadores argentinos supieron cosechar logros y hazañas en aguas abiertas. La tendencia parece continuar.