Era lunes al mediodía de la semana pasada y Mauro me dice “sé que nos falta entrenamiento y que habíamos dado por terminada la temporada, pero ¿vamos a correr el Argentino de Aguas Abiertas?, y el tono de pregunta se diluía en la certeza”. Sonó algo raro oir semejante propuesta de boca de un velocista que considera a los 200 mts una carrera de fondo, pero la explicación venía enseguida, “parece que hay poca convocatoria y me están pidiendo que lo publicite desde el blog” y era cantado que si se suspendía el Primer Campeonato de Aguas Abiertas Master, ya no habría otro, “vamos a apoyar la natación master me dijo” y allí empezamos a ver quien se enganchaba, juntamos a 4 locales y a nuestro gran amigo Andrés Mackinnon, quien no dudó recorrer los cientos de km que separan su Mendoza de la ciudad de Santa Fe.
Después de algunos entrenamientos improvisados en nuestras hermosas playas rosarinas, allá fuimos levantándonos bien tempranito para desandar el camino.
Apenas uno llega, comienzan los abrazos, algunos amigos vistos hace poco, otros con sorpresa reencontrados, y la pregunta de siempre ¿cómo andás? Seguida de ¿estás nadando? “No mucho, salteado” Y yo también, así como se puede, pero venimos igual, llegar vamos a llegar, “es el espíritu master”.
Algunos comentarios chistosos en el momento de la largada y nos lanzamos, a la loca aventura de nadar y esforzarse, donde la primera meta es superarse a uno mismo. Yo largué detrás de mis compañeros, pero no pude seguirles mucho el ritmo, al cabo de la primer vuelta y media, ya me encontraba sola, y cuando mirás para atrás y para adelante, y no hay nadie, y empezás a sentir el cansancio de los brazos, ciertos pensamientos te rondan la cabeza.
El primero, el archiconocido “¿qué estoy haciendo acá?, si podría estar tranquilita en mi casa”, seguido de “ya estoy cansada y ni siquiera terminé la segunda vuelta y ¡son cinco!”. “No sé si voy aguantar, porque estoy medio mareada y encima tengo las antiparras llenas de agua”. “Tendría que haberme quedado forrando unos cuadernos a mi hija y mañana empiezan las clases”. Todo circulaba en mi cabeza mientras trataba de terminar de digerir la porción de pasta frola que había comido en el viaje, esa que le compré anoche en el torneo a
Y fue allí cuando apareció,mi amiga Laura Conti, una campeona como pocas. Con un nadar seguro me alcanzó y se convirtió en mi compañera de travesía en las próximas 3 vueltas.
Brazada a brazada encontramos el ritmo, y cuando el alma de deportista se pone en movimiento, los pensamientos tontos ya no tienen cabida. Y comenzó el disfrute en la compañía, apretar hacia atrás, estirar la brazada, mirar hacia delante, seguir la melodía de la entrada de las manos y encontrar en la mirada del otro la motivación para seguir a pesar del cansancio.
Fue así, cuando apenas faltando algunas brazadas para llegar al final, me dice “¿llegamos juntas?”, y no había duda de que la lealtad era la respuesta a su pregunta.
Al salir no enteramos que nuestros dos amigos, Mauro y Martín habían hecho lo mismo, y no pudimos dejar de llenarnos el alma con esa emoción de estar conectados por el mismo sentimiento.
Pero luego sucedió… que fuimos descalificados.
Aunque ni siquiera éramos de la misma categoría y no habíamos perjudicado a nadie ni obtenido ventaja, de hecho yo era la única nadadora de mi categoría. Pero el juez decidió aplicar la regla (que si hubiésemos sabido no habríamos violado, obviamente) sin atenuantes, ni por ser el Primer Campeonato, por no haberse especificado; sin adaptaciones al nivel master, como suele hacerse con otras reglas (permitir la patada de pecho en mariposa, salir desde la pileta en vez del cubo, permanecer en la pileta en una prueba de relevos aunque otro nadador este compitiendo), sin sentido común. Acá no se reparten premios en dinero ni nada por el estilo. Pero la decisión era del árbitro y él decidió aplicar la regla, por lo que fuimos descalificados.
Quizás tenga una medalla menos, quizás no aparezca mi nombre cuando publiquen los resultados, pero qué quieren que les diga: Nadie puede quitarme esa hermosa sensación de alcanzar la meta, después de 1 hora y media de dolor y esfuerzo, junto con una excepcional nadadora, quien hiciera posible mantener en lo más alto aquello que nos reune y nos convoca: EL ESPÍRITU MASTER!!
Acepto la descalificación, si ésa es la regla. Lo dije allá frente a todos.
Porque la medalla que me traje
no tiene peso ni color
Pero es la más sincera y valedera
La del espíritu master corporizada
En un abrazo vibrante en el río
finalizada la carrera.
La guradarán por siempre en sus corazones.