Yo soy el otro implicado en esta gravísima falta que hemos cometido con Mauro: llegar juntos después de 1,28'(UNA HORA Y MEDIA) de nadar palmo a palmo (literalmente, ya que tenemos un ritmo de brazada similar y las manos se nos chocaban en el recobro).
Hagamos un poquito de historia: yo soy Kinesiólogo, y como tal le recomendé a mi amigo Mauro, que tiene una lesión crónica en su hombro izquierdo, que dejara de intentar hazañas y se dedique a correr los 50 libres. Hasta que el lunes a la mañana me llama por teléfono (una de las 30 llamadas diarias que tenemos, ya que además de AMIGOS somos socios) para decirme que el domingo corríamos en Santa Fe los
Admiro a Mauro desque lo conozco, un tipo que hace mil cosas a la vez y siempre se hace el tiempo para entrenar, y siempre deja todo en los entrenamientos. Siempre fue y será más rápido que yo, y eso tiene una ventaja: entrenamos juntos y nos ayudamos mutuamente: yo intento alcanzarlo y él se apura para que yo no lo alcance. Y nos divertimos mucho. Como dos chicos. Y nos esforzamos mucho. Como dos bestias de carga. Y nos animamos a todo, como dos masters. Y pregonamos con el ejemplo para los más chicos del plantel compitiendo a veces en los torneos de primera. Como dos Maestros (Masters en castellano).
Y llegó el día. 5 de la mañana sonó el despertador y comenzó la emoción y ese cosquilleo de ansiedad. Y llegamos a Santa Fe (ciudad amada que alberga parte fundamental de mi familia) y nos cagaron a pedos porque había que largar ya. Ni un baño había. Ni un "bienvenidos". Pero estaba el groso del Mendocino Andrés y el groso de Gustavo. Y todos acompañados de nuestras respectivas mujeres. Y lo llevamos a Jorge Gallo, un amigazo de Echesortu que fue pura y exclusivamente a darnos una mano. Y nos largamos. Y la peleamos. En la primera vuelta no tenía más hombros, pero le di igual, porque le estaba siguiendo el ritmo a Maurito. Y nos paramos a hidratar "está rico esto" dijo Mauro del Gatorade y se nos soltó una carcajada. Y en la última vuelta pasó lo que tenía que pasar. Estábamos llegando. Mauro venía con el Gatorade en la garganta y me dice: llegamos juntos. No era una pregunta. No era una orden. No era una consigna. Era un deseo y lo estábamos por hacer realidad. Y lo hicimos. Nadie nota las lágrimas cuando uno está mojado. Nos fundimos en un abrazo en el agua y en el pontón con todos los que corrieron con nosotros desde ahí (Mari, Meli, Jorge, Dolo, Pablito que ya había llegado) y llegó Andrés, lamentándose por no haber podido tocar los tres. Y en seguida llegó Lore de la mano de Laura. Esas imágenes no me las borra nadie. Las cañitas con los vasos con Jorge y Meli, Mari llenándolos atrás, los camalotes en la cabeza de Mauro, el agua que tragué. Fue una fiesta.
Ningún ciudadano puede alegar desconocer
Pido públicamente disculpas a todos los demás nadadores por habernos retirado sin comer ni compartir con ellos la entrega de premios, pero sólo quiero hacer una salvedad. La soberbia es traicionera. Tomé la decisión de irme porque ni siquiera me miró a la cara.
Señor Juez Ramos: le pido disculpas si pensé que entendía el espíritu master y le comenté que éramos socios y que era un orgullo haber tocado juntos. Le pido disculpas si pensé que era gente. Cuando quiera estoy dispuesto a disculparlo por la soberbia con que nos trató. Recuerde que lo cortés no quita lo valiente.
Martín Wickler