Por Diego Quinteros enviado especial para La Nación
RIO DE JANEIRO.- A pesar de que los separan unos cinco años, a José Meolans (29) y Georgina Bardach (casi 24) los unen muchas más cosas que las que los distancian. Hay algunas evidentes: los dos son cordobeses, aman la natación y son los máximos referentes de la actividad de la última década en nuestro país. Pero hay más: ambos, a fines de 1999, decidieron cortar su relación con Daniel Garimaldi, el entrenador que los formó. El empezó a trabajar con Tato Moccagatta y ella con Bochi Sosa. La cadena de éxitos de ambos tuvo un punto de quiebre en los Olímpicos de Atenas 2004; positivo para ella, negativo para él. El 14 de agosto de ese año, Georgi hizo historia: ganó la medalla de bronce en los 400m combinados, su mejor desempeño. Tres días más tarde, Pepe sufrió el peor revés deportivo de su carrera: quedó afuera de los 100m libre en las eliminatorias, cuando se había planteado como meta llegar a la final; a los pocos días, falló de idéntica forma en los 50m libre. Sin embargo, a pesar de la importancia que tuvieron esos resultados, lo que sucedió en las carreras de ambos después de Atenas también se pareció bastante. Sus trayectorias se volvían a unir.
Lo de Meolans era más entendible: tamaña frustración en lo que era el máximo objetivo lo desestabilizó. Quedó golpeado, sufrió lesiones, perdió confianza. Y pasó un período oscuro. De todos modos, mostró signos de recuperación en 2006, en el Mundial de Shanghai (piscina corta): fue tercero.
Lo de Bardach era más sorpresivo. La medalla en Atenas debía servir de impulso para ir por más, con el respaldo que otorga ser medallista olímpico. Pero perdió de vista el horizonte, sintió que no tenía incentivos. Durante un buen tiempo, reconoció después, no tuvo ganas de nadar. Ahora cuenta que las recuperó, pero los resultados en su prueba siguen sin ser los que ella puede dar. Así, dos momentos muy distintos vividos en Atenas provocaban reacciones similares.
Aquí, en estos Panamericanos, sus trayectorias parecen empezar a divergir. Meolans dio señales ayer de que superó ese período oscuro; la medalla plateada ilumina el corto camino que le queda como profesional. Bardach, con mucho camino por delante, aún está en deuda, más que nada consigo misma. Se la ve molesta porque no le sale lo que está en condiciones de hacer. Pero al menos ahora busca la salida.
Quizás, el año próximo, en Pekín, sus trayectorias se vuelven a unir con éxitos para los dos. Ella, con otro podio olímpico. El, con una actuación convincente, para dejar atrás la frustración de Atenas. Allí se mirarán, se felicitarán y se darán un abrazo. Será la última coincidencia de dos nadadores y varios puntos en común.
RIO DE JANEIRO.- A pesar de que los separan unos cinco años, a José Meolans (29) y Georgina Bardach (casi 24) los unen muchas más cosas que las que los distancian. Hay algunas evidentes: los dos son cordobeses, aman la natación y son los máximos referentes de la actividad de la última década en nuestro país. Pero hay más: ambos, a fines de 1999, decidieron cortar su relación con Daniel Garimaldi, el entrenador que los formó. El empezó a trabajar con Tato Moccagatta y ella con Bochi Sosa. La cadena de éxitos de ambos tuvo un punto de quiebre en los Olímpicos de Atenas 2004; positivo para ella, negativo para él. El 14 de agosto de ese año, Georgi hizo historia: ganó la medalla de bronce en los 400m combinados, su mejor desempeño. Tres días más tarde, Pepe sufrió el peor revés deportivo de su carrera: quedó afuera de los 100m libre en las eliminatorias, cuando se había planteado como meta llegar a la final; a los pocos días, falló de idéntica forma en los 50m libre. Sin embargo, a pesar de la importancia que tuvieron esos resultados, lo que sucedió en las carreras de ambos después de Atenas también se pareció bastante. Sus trayectorias se volvían a unir.
Lo de Meolans era más entendible: tamaña frustración en lo que era el máximo objetivo lo desestabilizó. Quedó golpeado, sufrió lesiones, perdió confianza. Y pasó un período oscuro. De todos modos, mostró signos de recuperación en 2006, en el Mundial de Shanghai (piscina corta): fue tercero.
Lo de Bardach era más sorpresivo. La medalla en Atenas debía servir de impulso para ir por más, con el respaldo que otorga ser medallista olímpico. Pero perdió de vista el horizonte, sintió que no tenía incentivos. Durante un buen tiempo, reconoció después, no tuvo ganas de nadar. Ahora cuenta que las recuperó, pero los resultados en su prueba siguen sin ser los que ella puede dar. Así, dos momentos muy distintos vividos en Atenas provocaban reacciones similares.
Aquí, en estos Panamericanos, sus trayectorias parecen empezar a divergir. Meolans dio señales ayer de que superó ese período oscuro; la medalla plateada ilumina el corto camino que le queda como profesional. Bardach, con mucho camino por delante, aún está en deuda, más que nada consigo misma. Se la ve molesta porque no le sale lo que está en condiciones de hacer. Pero al menos ahora busca la salida.
Quizás, el año próximo, en Pekín, sus trayectorias se vuelven a unir con éxitos para los dos. Ella, con otro podio olímpico. El, con una actuación convincente, para dejar atrás la frustración de Atenas. Allí se mirarán, se felicitarán y se darán un abrazo. Será la última coincidencia de dos nadadores y varios puntos en común.