Hay sensaciones que no se pueden explicar, por eso los Brasileros hablan de saudade cuando sienten entre alegria y tristeza, hoy voy a tratar de explicar lo que siente un nadador master cuando va a un torneo:
El sábado pasado integré el plantel de primera categoría de Echesortu y en particular me tocó correr los 50 libres con dos grandes nadadores, nuestro velocista Emiliano Módica y el campeón sudamericano, ambos pibes de 17 años de edad. Cuando me acerque a hablar con ellos minutos antes de la largada note lo diferente que vivían el deporte ellos a como me había enseñado a vivirlo mi entrenador Luis Diaz… ambos se quejaban de tener que participar, del recital que no habían podido ver, y de mil cosas superfluas mas, en cambio ya había realizado un esfuerzo fenomenal para poder estar con todo mi orgullo en ese torneo.
El resultado final fue obviamente el esperado, ambos dos nadadores me ganaron, con la suerte de haberme podido colar tercero en el podio virtual (ya que no usan mas el tema de premiarlos como antes).
Mi sensación al final de esa carrera fue de gozo eterno, de pleno éxito, de misión cumplida para con migo mismo, con mis metas, con lo que disfruto realizar y por lo que me esfuerzo día a día.
Brindo por mis compañeros que día a día trabajan 8 o 10 horas y tienen ganas de ir a practicar un deporte tan sacrificado como la natación, brindo por los huevos de todos aquellos que como yo, no tienen miedo al ridículo y se animan aunque sea en la imaginación correrle de igual a igual una final a cualquier nadador y brindo por mis entrenadores, Luis de chico, la Sole de viejo que me enseñaron que arriba de la conejera de largada todos somos iguales, y las carreras primero te la tienen que ganar.
El sábado pasado integré el plantel de primera categoría de Echesortu y en particular me tocó correr los 50 libres con dos grandes nadadores, nuestro velocista Emiliano Módica y el campeón sudamericano, ambos pibes de 17 años de edad. Cuando me acerque a hablar con ellos minutos antes de la largada note lo diferente que vivían el deporte ellos a como me había enseñado a vivirlo mi entrenador Luis Diaz… ambos se quejaban de tener que participar, del recital que no habían podido ver, y de mil cosas superfluas mas, en cambio ya había realizado un esfuerzo fenomenal para poder estar con todo mi orgullo en ese torneo.
El resultado final fue obviamente el esperado, ambos dos nadadores me ganaron, con la suerte de haberme podido colar tercero en el podio virtual (ya que no usan mas el tema de premiarlos como antes).
Mi sensación al final de esa carrera fue de gozo eterno, de pleno éxito, de misión cumplida para con migo mismo, con mis metas, con lo que disfruto realizar y por lo que me esfuerzo día a día.
Brindo por mis compañeros que día a día trabajan 8 o 10 horas y tienen ganas de ir a practicar un deporte tan sacrificado como la natación, brindo por los huevos de todos aquellos que como yo, no tienen miedo al ridículo y se animan aunque sea en la imaginación correrle de igual a igual una final a cualquier nadador y brindo por mis entrenadores, Luis de chico, la Sole de viejo que me enseñaron que arriba de la conejera de largada todos somos iguales, y las carreras primero te la tienen que ganar.