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Al agua, de padre a hijo, Un groso el Ale!!!


La sangre tira. Incluso, pese a la distancia. Alejandro Lecot y su hijo Francisco comparten una pasión: la natación. Uno la vivió; Alejandro, de 41 años (olímpico en Moscú 1980 y Los Angeles 1984, 24 títulos argentinos), intenta darle la posta del éxito a su hijo de 20, que aunque no viva con él y lo haga en Brasil, en Camboriú, lo tiene bien cerca espiritualmente.
Alejandro, ¿qué te pasa por la cabeza al ver que un hijo elige hacer lo mismo que el padre? Es una sensación de transferencia. Lo veo y me veo reflejado. Ahora no compito y nado por placer: la alegría me la da él.
¿Qué le marcás? El hace triatlón short, que es mucho más completo. Trato de ayudarlo más desde la palabra. Todo se logra de a poco.
Entra en acción Francisco, que se fue a Brasil a los 13 años y que es un trotamundos pese a su corta edad. Vivió en Buenos Aires, San Antonio de Areco, Paraná, Entre Ríos, hasta recalar en Camboriú. Torcedor de Flamengo, se siente pleno en el agua y rindió bien en su última experiencia en Santos: “Siempre trato de sacar cosas de mi padre. Me da consejos en la natación, también en la vida. El agua es mi espacio, me olvido de todo”.
¿La meta para el futuro? Me gustaría vivir de esto pero sé que es difícil.
Lecot padre tiene los pies sobre la tierra: “No pretendo que él sea campeón del mundo, ni que queme etapas. Quiero que sea buena persona. La natación es muy individualista y para combatir eso hay que trabajar en equipo. Para no ser egoísta hay que relacionarse, ayudarse, estudiar. Y que sea buen pibe es lo más importante. Que se entrene, disfrute, no se enloquezca. Para ganar hay tiempo”.
Clarin.com